El deporte, y más en concreto sus campeones, fue muy importante en el desarrollo de la escultura en la antigua Grecia.
Uno de los temas que desde antiguo fue principal en la escultura griega era el de inmortalizar a los grandes atletas de los Juegos Olímpicos (otro día me pondré con los que confunden juegos olímpicos con olimpiadas). Estos atletas volvían a sus lugares de origen como héroes y no era extraño que se encargaran a los grandes de la época esculturas para homenajearlos. Teniendo en cuenta lo dinámico de la actividad de los atletas, se convirtieron en el objeto perfecto para las investigaciones estilísticas de los escultores griegos.
No sé si saben ustedes que apenas quedan esculturas griegas originales del periodo clásico, y que todas (o casi todas) las que damos por esculturas griegas prototípicas son solo copias romanas en mármol de originales griegos desaparecidos. Os pondré unos cuantos ejemplos de esculturas de atletas, ninguno triunfante.
El primero es el más famoso de todos, el discóbolo de Mirón.
Decía Quintiliano de él que era "forzado y artificioso", sin embargo para los demás es una de las obras maestras del primer periodo clásico. Estructurado en triángulos nos propone una perfecta simbiosis de estabilidad y movimiento. Mirón fue revolucionario en la manera de representar al atleta, no en el momento del triunfo sino en el instante de tensión justo antes del lanzamiento.
La siguiente muestra es de otro revolucionario de la estatuaria griega, Lisipo con su Apoxiomenos.
De este escultor es famosa la estatua, por desgracia desaparecida, de Polidamante de Escotusa, luchador casi legendario, del que nos cuenta Pausanias que fue capaz de matar con sus propias manos a tres soldados persas, llamados inmortales, de la guardia personal de Darío.
Lisipo, escultor personal de Alejandro Magno, nos muestra al atleta en el momento posterior a la lucha, cuando utiliza el estrígilo para limpiarse la arena adherida a su cuerpo impregnado de aceites. La escultura invade el espacio del espectador y nos invita a rodearla, algo que no ocurría con anterioridad cuando las estatuas solo eran presentadas para ser vistas de frente.
Por último les muestro una de mis favoritas, única original de las reseñadas. El llamado púgil de las termas. De época helenística, atribuido a Apollonios de Atenas (igual que el torso del Belvedere), representa a un púgil tras el combate, exhausto y con todas las heridas que la lucha le ha ocasionado en el rostro y el cuerpo. Nada que ver con lo ideal, tan típico del clasicismo. El púgil se vuelve hacia alguien que le habla a su lado, seguramente su entrenador.
No sabemos si ha ganado o no, seguramente sí, pero no es una figura triunfante. Está en el momento del sosiego después del triunfo, es el tiempo y lugar de la reflexión, cuando ya sosegado se llega a comprender lo logrado.
Estas tres esculturas se encuentran en Roma. Bonita excusa para visitar la ciudad más bella del planeta.
Saludos.
Uno de los temas que desde antiguo fue principal en la escultura griega era el de inmortalizar a los grandes atletas de los Juegos Olímpicos (otro día me pondré con los que confunden juegos olímpicos con olimpiadas). Estos atletas volvían a sus lugares de origen como héroes y no era extraño que se encargaran a los grandes de la época esculturas para homenajearlos. Teniendo en cuenta lo dinámico de la actividad de los atletas, se convirtieron en el objeto perfecto para las investigaciones estilísticas de los escultores griegos.
No sé si saben ustedes que apenas quedan esculturas griegas originales del periodo clásico, y que todas (o casi todas) las que damos por esculturas griegas prototípicas son solo copias romanas en mármol de originales griegos desaparecidos. Os pondré unos cuantos ejemplos de esculturas de atletas, ninguno triunfante.
El primero es el más famoso de todos, el discóbolo de Mirón.
Decía Quintiliano de él que era "forzado y artificioso", sin embargo para los demás es una de las obras maestras del primer periodo clásico. Estructurado en triángulos nos propone una perfecta simbiosis de estabilidad y movimiento. Mirón fue revolucionario en la manera de representar al atleta, no en el momento del triunfo sino en el instante de tensión justo antes del lanzamiento.
La siguiente muestra es de otro revolucionario de la estatuaria griega, Lisipo con su Apoxiomenos.
De este escultor es famosa la estatua, por desgracia desaparecida, de Polidamante de Escotusa, luchador casi legendario, del que nos cuenta Pausanias que fue capaz de matar con sus propias manos a tres soldados persas, llamados inmortales, de la guardia personal de Darío.
Lisipo, escultor personal de Alejandro Magno, nos muestra al atleta en el momento posterior a la lucha, cuando utiliza el estrígilo para limpiarse la arena adherida a su cuerpo impregnado de aceites. La escultura invade el espacio del espectador y nos invita a rodearla, algo que no ocurría con anterioridad cuando las estatuas solo eran presentadas para ser vistas de frente.
Por último les muestro una de mis favoritas, única original de las reseñadas. El llamado púgil de las termas. De época helenística, atribuido a Apollonios de Atenas (igual que el torso del Belvedere), representa a un púgil tras el combate, exhausto y con todas las heridas que la lucha le ha ocasionado en el rostro y el cuerpo. Nada que ver con lo ideal, tan típico del clasicismo. El púgil se vuelve hacia alguien que le habla a su lado, seguramente su entrenador.
No sabemos si ha ganado o no, seguramente sí, pero no es una figura triunfante. Está en el momento del sosiego después del triunfo, es el tiempo y lugar de la reflexión, cuando ya sosegado se llega a comprender lo logrado.
Estas tres esculturas se encuentran en Roma. Bonita excusa para visitar la ciudad más bella del planeta.
Saludos.
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