Disculpen que cambie de tema, hoy no hay deporte. Solo opresión a un arte.
Para muchos cubanos, sobre todo para los que viven en el exilio, la muerte de Fidel Castro fue un hecho que de tan esperado fue como un coitus interruptus. Se disfrutó del momento pero a la hora de la verdad no es más que una anécdota, nada cambiará en la isla.
No solo nada cambiará en la isla, lo saben los que no han conseguido aún salir de Cuba, sino que las medidas represivas han aumentado con la excusa de no respetar el luto a la muerte del falso comandante.
Y ahí está la última opresión póstuma del maldito dictador. Si algo recuerdo de mis paseos por La Habana, Santiago, Holguín o Cienfuegos es la música por las calles. Por cada rincón de Cuba sonaba música, una radio en cada ventana. Una persona en una esquina con una guitarra empieza un son de Miguel Matamoros y los transeúntes paran para comenzar a cantar en grupo. Las notas de una guaracha del Guayabero suenan al pasar por la Casa de La Trova de Holguín, o un son de Benny Moré se adivina en el Paseo del Prado de Cienfuegos.
El régimen prohibió la música en Cuba por nueve días.
Por si Cuba ya no estaba suficientemente muerta en vida ya, la dictadura castrista ha certificado el fallecimiento de la isla al prohibir su aliento interior y el de su gente, conviertiéndola en un ente burocrático y gris, donde se ha apagado el último rescoldo de vida. Porque los cubanos no han dejado de cantar por duelo, sino por miedo. A las personas a las que Cuba quiere se les recuerda con música, se les canta. Como al Guayabero .
Cuba ahora es exactamente la joven prostituta de Castro que se deja hacer y que ni siquiera puede consolar su situación con una canción, solo queda su mirada triste recordando lo que en un momento fue su vida, igual que la ruina recuerda lo que una vez fue el malecón de La Habana.
Esperemos que dentro de poco la dictadura acabe y podamos decir que nuestro amado Cocodrilo Verde ha vuelto a la vida.
Para muchos cubanos, sobre todo para los que viven en el exilio, la muerte de Fidel Castro fue un hecho que de tan esperado fue como un coitus interruptus. Se disfrutó del momento pero a la hora de la verdad no es más que una anécdota, nada cambiará en la isla.
No solo nada cambiará en la isla, lo saben los que no han conseguido aún salir de Cuba, sino que las medidas represivas han aumentado con la excusa de no respetar el luto a la muerte del falso comandante.
Y ahí está la última opresión póstuma del maldito dictador. Si algo recuerdo de mis paseos por La Habana, Santiago, Holguín o Cienfuegos es la música por las calles. Por cada rincón de Cuba sonaba música, una radio en cada ventana. Una persona en una esquina con una guitarra empieza un son de Miguel Matamoros y los transeúntes paran para comenzar a cantar en grupo. Las notas de una guaracha del Guayabero suenan al pasar por la Casa de La Trova de Holguín, o un son de Benny Moré se adivina en el Paseo del Prado de Cienfuegos.
El régimen prohibió la música en Cuba por nueve días.
Por si Cuba ya no estaba suficientemente muerta en vida ya, la dictadura castrista ha certificado el fallecimiento de la isla al prohibir su aliento interior y el de su gente, conviertiéndola en un ente burocrático y gris, donde se ha apagado el último rescoldo de vida. Porque los cubanos no han dejado de cantar por duelo, sino por miedo. A las personas a las que Cuba quiere se les recuerda con música, se les canta. Como al Guayabero .
Cuba ahora es exactamente la joven prostituta de Castro que se deja hacer y que ni siquiera puede consolar su situación con una canción, solo queda su mirada triste recordando lo que en un momento fue su vida, igual que la ruina recuerda lo que una vez fue el malecón de La Habana.
Esperemos que dentro de poco la dictadura acabe y podamos decir que nuestro amado Cocodrilo Verde ha vuelto a la vida.
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